domingo, 23 de enero de 2011

Retirarse a tiempo...


Han pasado tantas noches desde que me puse a reflexionar completamente sobre que era lo que buscaba, que, pensé que había perdido ya el sentido de escribir. Pues, hoy, luego de una larga reflexión es que decido volver a escribir.

Solo escriben sobre el dolor... aquellos que lo han
sentido.

Solo escriben sobre el amor... aquellos que lo han
vivido.

Pero, realmente son verdaderos aquellos que lo han sentido y
superado,

y, realmente son verdaderos aquellos que lo han vivido y

aún siguen enamorados.


Y, es así con esta prosa hecha verso que daré inicio a mi relato.

Tarde de Noviembre, cerca de las seis de la tarde. Se acercaba la semana de parciales y quería buscar un poco de información para no tener que amanecerme luego. Como es previsible, ese "querer" se esfumó al entrar al Facebook. Era cumpleaños de una chica de mi facultad. Esa tarde ella había publicado fotos del agasajo que le hicieron sus amigos en la facultad. Empecé a revisarlas, como queriéndome contagiar de ese ambiente de alegría. Pero, no fue de alegría de lo que me contagie. Había una chica que resaltaba, al menos para mí, y no era la dueña del santo. Era una chica de tez blanca, del mismo tamaño que todas las chicas de la foto, pero no de la misma edad. Era menor. Se notaba en su mirada. Estaba etiquetada. Decidí agregarla, su mirada esotérica me atraía. Después de dos días mi solicitud seguía pendiente, por lo que decidí cancelarla y volver a enviarla junto con un mensaje, una presentación mía, para hacer la solicitud más personal. Dió resultado. A las dos horas ya había aceptado la solicitud de amistad. Y, como estaba en línea, comencé con la conversación. Y fue así que comenzó todo.

La primeras noche que conversamos fue la base de todo lo que sucedería luego. Nos quedamos hasta altas horas de la noche conversando. Era curioso, teníamos casi los mismos gustos, era como si hubiese encontrado un espejo mío. Poco después de dos semanas nuestro horario de conversación se vio drásticamente reducido. Ya no tenía Internet en su casa y, por tanto, tenía que ir a cabina para conectarse a ese mundo virtual. Ese mundo solo existía yo, ya que, todavía, en el mundo real no nos conocíamos.

Cuando lo hicimos una tarde, fue lindo puedo decirlo. Fuimos a comer, conversamos un rato, pasamos una corta pero maravillosa tarde. Claro, yo no quería quedarme en eso solamente y la seguí invitando, pero ella pocas veces pudo. Al decir pocas me refiero a dos o tres veces más. Sin embargo, el chat mantenía aún nuestra amistad.
Hasta aquí todo era felicidad. Es decir, pues se podía sentir un agrado mutuo, la amistad podía fluir entre los dos. Pero, poco a poco las conversaciones se hacían más cortas. Ese espíritu de curiosidad que una vez nos envolvió se iba desvaneciendo. Pero, a pesar de ello yo seguía invitándola a salir, a pesar de muchas veces escuchar un "no puedo", no me daba por vencido.

Fue una tarde que pasé en la facultad donde toda esta historia, hasta ahora de felicidad efímera, emprendió un viaje hacia el baúl de los recuerdos. Recuerdo claramente aquellos sucesos tan minúsculos en condiciones de tiempo, pero tan grandes en el sentido afectivo. Me encontraba con mis amigos esperando unos informes en la facultad, cuando pasó ella. Al mirarla, mi corazón se estremeció. Ella se fue directo a sus amigos, sin percartarse de mi presencia. Pensé que era algo casual, pero cuando ya regresaba por el pasillo con sus amigos me paré para acercarme a saludarla, pero ella desde donde estaba solo me saludó con la mano y siguió conversando de lo más normal. Sé que parece tonto y algo absurda esta parte, pero es que, con tanto que había compartido con ella, eso era lo que menos me merecía. Yo pasé toda la tarde en la facultad, ella también, pero en ningún momento se volvió a acercarme a mí. Me ignoró. Le hice saber que estuve decepcionado de lo que hizo, y ella solo trataba de disculparse, argumentando que estaba con sus amigos.

Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!

Luego de esto, las indirectas por Facebook aumentaron, ya no era lo mismo conversar con ella, hasta que un día la enfrente. Le dije casi todas las razones por las que me había ilusionado por ella y las razones por las cuales me había estado decepcionando de ella. No me respondió. Quedó en silencio. Las únicas palabras que escribió: algún día te avisaré para hablar.

Fue hoy, que, después de buscarla una vez más, me volvió a negar su tiempo, pues estaba con sus amigos, me puse a reflexionar sobre esta historia.
En medio de mi concentración para encontrar mis errores en esta relación encontré un libro, pequeño en dimensiones pero grande en sabiduría. Una lectura fue la que me llamó la atención. Sobre retirarse a tiempo. Es tan comprensible la historia que he decidido compartirla:

Era una bella princesa que estaba buscando consorte. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía mas riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:

- Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que la que llevo puesta. Esa es mi dote.
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar:
-Tendrás tu oportunidad, si pasas la prueba, me desposaras.

Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento. De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levanto y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.

Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quemarropa: "¿Qué fue lo que te ocurrió?, estabas a un paso de
lograr la meta, ¿Por qué perdiste esa oportunidad?, ¿Por qué te retiraste?". Con una profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, contesto en voz baja:
"Ella no me ahorro ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora, no merecía mi amor..."

Al terminar de leer esto, una lágrima se dibujó en mi rostro. Es cierto, yo a ella le prometí mi atención, incluso le di más que a mis amigos, pero ella no supo corresponder a mi amor.

Sí, me llegó a gustar, pero no creo que haya sido un gusto personal. Y es que yo, por hacerme la idea de que ella era como me comentaba cada día que conversabamos virtualmente, no me di cuenta que en realidad era muy distinta, con una personalidad diferente. La idealicé, ese fue mi gran error. Creer todo lo que me escribía. Ya mis amigos me habían dicho que me aleje de ella, pues habían visto su "reacción de compromiso" que tuvo conmigo. Una y otra vez lo repitieron. Pero, por terco y por haberla idealizado fue que la seguí buscando. Cuando me di cuenta de mi error ya era tarde. Ya me había puesto a sus pies.

Sé que dirán que me hago la víctima y que quizá pensarán que las cosas no fueron así, pero, yo les pregunto: ¿Qué alguna vez no se sintieron igual por alguien que no les correspondía en el amor o que primero los ilusionó y luego mató esa ilusión de la forma más cruel?

Este relato es distinto que los demás. Los que han leído mis otros relatos lo notarán. Pero, para mí, escribir revela parte de mi alma. Dicen que existen tres tipos de personas en el mundo: Los ganadores, los perdedores y los escritores. Analizar porqué ocurren las cosas son cosas de científicos, pero, construir un mundo diferente en cada escrito es el privilegio de los escritores. Quizá esta historia no esté tan alejada del mundo real, ese mundo que nos agobia, nos maltrata, nos hace sentir miserables, pero que también nos presenta la felicidad, en sus múltiples formas.
Si algo me quedó claro de esta lección de vida es que, a pesar de las facilidades de comunicación que otorga la Internet, es mucho mejor conocer a una persona personalmente que dejarse enamorar por lo que escribe, por ese ser que se contruye cada vez que se chatea. Ese ser, fruto de la egolatría y personalidad que muchas veces se presenta distorsionada, aunque no siempre. Ese ser que muchos de los escritores aún no podemos controlar...